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LA LIMOSNA

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LA LIMOSNA

LA LIMOSNA

 

Sin mas preámbulo aquí pongo una nueva entreaga del inefable, inccombustible y siempre picante de Samaniego


Una nueva enntrega de Redes Deportivas On line

La siesta del burro

LA LIMOSNA

 

A pedir la limosna acostumbrada,

a una granja del pueblo separada,

llegó un fornido lego franciscano,

donde halló de carácter muy humano

a una viuda y joven labradora

que era de aquella granja la señora.

 

Ésta, luego que vio tan colorado

al lego, tan robusto y bien tratado,

sintió cierta pasión picante y viva

que animó su virtud caritativa.

 

Echóle en las alforjas varias cosas

al paladar gustosas

con que los reverendos regalones

suelen regodearse en ocasiones,

y, ya muy bien provisto por su mano,

le dijo al irse: -¿Quiere más, hermano?

 

-Quiero lo que me den, -respondió el lego-;

mas lo que haya de ser démelo luego,

porque quien pronto da y sin intereses

hace una santa acción y da dos veces.

 

-Pues voy a darle, replicó la hermana,

un velloncito negro de mi lana,

que le puede servir de cabecera

cuando se quede del convento fuera.

 

atacando 

Con efecto, le trajo un velloncito

muy negro, muy rizado y peinadito,

que el lego recogió con gran sosiego,

queriendo marchar luego,

diciendo: ¡Sea por Dios!, según costumbre,

sin que el nuevo regalo diese lumbre.

 

Mas la viuda, cogiéndole una punta

del cordón, le detiene y le pregunta,

afable y cariñosa,

si no necesitaba de otra cosa.

 

A que él dijo: -No habrá nada que sobre

a mi comunidad, porque es muy pobre,

y de todo, hermanita,

la orden de San Francisco necesita.

 

Mientras esto pasaba,

una gallina dentro cacareaba

y la viuda al lego dijo: -Espere,

hermano, y llevará si lo quisiere,

pues por mayor regalo se lo ofrezco,

de mi pollita blanca un huevo fresco.

 

-Hermana, uno no basta,

dijo el lego, que cada fraile gasta,

las veces que los come todo el año,

un par de huevos y de buen tamaño.

 

La labradora entonces hacia el lego

se arrima con más fuego

y, sin andarse en otros perendengues,

le dice cariñosa, haciendo dengues:

 

-Pues, hermano, que tome le aconsejo

para regalo suyo este conejo.

 

-No lo gasto tampoco; mas no obstante

-el lego responde-, aquí delante,

pues es limosna, póngale al momento:

le llevaré al guardián de mi convento,

que lo suele comer muy a menudo

aunque tenga sus pelos y esté crudo.

El desenlace