Yo tuve la suerte de nacer a pocos metros del mar, así que pasé mi infancia en la playa, en verano claro, que en invierno hace frío. Entonces, la arena de la playa era blanca, que ya no lo es, y era ancha, que ya no lo es, y allí corríamos toda la cuadrilla de la mañana a la noche entrando y saliendo del mar para gran alegría de la tribu y grandes preocupaciones para los progenitores. Vaya, como en los cuadros de Sorolla. |
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Allí descubrí entre otras cosas, las praderas de posidonia, hoy tan amenazadas, caballitos de mar que no se ven ni uno, morenas, pulpos, sepias, pageles, rascasas y un gran etc que fue menguando a medida que la playa se estrechaba y se llenaba de gente, hoy me va pareciendo cada vez mas a un desierto cubierto de agua. Nos poníamos unas gafas con un tubo y a bucear hasta que se nos ponía la piel como un garbanzo y las tiritonas de frío no nos dejaban ni movernos. Hasta la posidonia en flor he visto, que no es habitual. Me he pasado tiempo viendo y chinchando a las sepias para ver como cambian su dibujo y color, urgando en los agujeros para ver los pulpos, pobrecitos y asustándome cuando una morena me miraba con cara de pocos amigos. |
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Tengo unos muy buenos recuerdos de aquella época y unas manchas en la piel que yo achaco al atracón de sol. Pues bien, a lo que nos ocupa, ahora va y resulta que eso se llama SNORKELING, y yo he sido toda la vida un moderno sin saberlo |